miércoles, 13 de diciembre de 2017

VIRGEN DE GUADALUPE: "DE ELLA QUEREMOS APRENDER A SER IGLESIA CON ROSTRO MESTIZO"


Homilía del Papa Francisco en la Eucaristía 

(ZENIT – 12 Dic. 2017).- “La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle”, ha dicho el Papa Francisco.

El Santo Padre ha celebrado la Eucaristía en la Basílica Vaticana hoy, 12 de diciembre de 2017, con ocasión de la Fiesta litúrgica de la Beata Virgen María de Guadalupe.

“La Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen Gentium, 63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa”, ha señalado el Papa.

En la homilía, Francisco hace un paralelismo entre Isabel y el indio Juan Diego, dos personajes que se sintieron “poca cosa” a los ojos de la Virgen: “Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme»”.

«¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?», son las palabras de Isabel, “la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro”, señala el Papa Francisco.

El Papa ha subrayado dos aspectos: Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.

En medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad, el Santo Padre ha animado a mirar la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, “ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura”.

RD

Publicamos a continuación la homilía que el Papa ha pronunciado en la Santa Misa:

Homilía del Papa Francisco

El Evangelio que acaba de ser proclamado es el prefacio de dos grandes cánticos: el cántico de María conocido como el «Magníficat» y el cántico de Zacarías, el «Benedictus», y me gusta llamarlo «el cántico de Isabel o de la fecundidad». Miles de cristianos a lo largo y ancho de todo el mundo comienzan el día cantando: «Bendito sea el Señor» y terminan la jornada «proclamando su grandeza porque ha mirado con bondad la pequeñez de los suyos». De esta forma, los creyentes de diversos pueblos, día a día, buscan hacer memoria; recordar que de generación en generación la misericordia de Dios se extiende sobre todo el pueblo como lo había prometido a nuestros padres. Y en este contexto de memoria agradecida brota el canto de Isabel en forma de pregunta: «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». A Isabel, la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro.

Quisiera subrayar estos dos aspectos. Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.

1. Isabel la mujer estéril, con todo lo que esto implicaba para la mentalidad religiosa de su época, que consideraba la esterilidad como un castigo divino fruto del propio pecado o el del esposo. Un signo de vergüenza llevado en la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus familiares, de sus vecinos, de sí misma… esterilidad que cala hondo y termina paralizando toda la vida. Esterilidad que puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa.

Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme». Así también este sentimiento puede estar —como bien nos hacían ver los obispos Latinoamericanos— en nuestras comunidades «indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; o en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual».

2. Y junto a Isabel, la mujer estéril, contemplamos a Isabel la mujer fecunda-asombrada. Es ella la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener hijos llevó en su seno al precursor de la salvación. En ella, entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición. De igual manera lo vemos en Juan Diego. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición.

Pareciera que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que desecharon los constructores se vuelve piedra angular (cf. Sal 117,22).

Queridos hermanos, en medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad miremos la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura. En definitiva, nuestra fecundidad nos exige defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos, sean indígenas, afroamericanos, mestizos, campesinos, o suburbanos.

La Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen Gentium, 63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa. Sino, al contrario, para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas: «¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Ga 4,6) desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo. Hermanos, en este clima de memoria agradecida por nuestro ser latinoamericanos, cantemos en nuestro corazón el cántico de Isabel, el canto de la fecundidad, y digámoslo junto a nuestros pueblos que no se cansan de repetirlo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

jueves, 7 de diciembre de 2017

MARCHA MULTITUDINARIA EN COSTA RICA - "UN PASO POR LA VIDA Y LA FAMILIA"


El domingo 3 de Diciembre, Fiesta del gran  Patrono de las Misiones: San Francisco Javier, ocurrió un hecho bellisimo en Costa Rica.  Ante el llamado de nuestros Pastores los Señores Obispos 
a dar un paso por la Vida y la Familia según Dios, miles de personas no solo católicas sino tambien de otros credos marcharon por las calles de  la Capital en San José mostrando con pancartas cantos, rezos la defensa por el valor de la familia.

Ese domingo el Señor Arzobispo don José Rafael Quiros invitó a todas las diócesis con sus comunidades a unirse a esta marcha la cual tuvo una respuesta contundente.  Damos gracias a Dios porque aun existe tantas y tantas personas que creen y luchan por la familia que es la base de la sociedad.  A continuación la carta que escribieron los Obispos a todo el pueblo de Dios.

“Un paso por la Vida y la Familia según Dios” 
  
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, les hemos invitado a que nos unamos en la II Caminata por la Vida y la Familia, que se realizará el próximo domingo 3 de diciembre de 2017 a las 10 a.m. en punto.

Hemos escogido como lema: “Un paso por la Vida y la Familia según Dios”. Queremos que todos los fieles católicos nos unamos para dar un paso al frente como sinónimo de esperanza y de fe, dispuestos a custodiar la vida y la familia, al tiempo que invitamos a todas las personas de buena voluntad, a unirse a esta Caminata.

Como dice el Papa Francisco en su Exhortación Amoris Laetitia: “la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza [...] Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana”.

Para este día 3 de diciembre, convocamos a todos para que nos reunamos en el Parque Central de San José, donde caminaremos hacia el Paseo Colón y allí celebraremos la Eucaristía. Se les pide por favor vestir camiseta blanca.

Dado en San José, 1 de noviembre de 2017.  

X Mons. Manuel Eugenio Salazar Mora
Obispo de Tilarán-Liberia
Presidente, Comisión Nacional de Pastoral Familiar