domingo, 30 de diciembre de 2018

LA BUENA POLITICA ESTÁ AL SERVICIO DE LA PAZ


MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 
52 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 2019

 

1. “Paz a esta casa”

Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).

Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana[1]. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.

Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.

2. El desafío de una buena política

La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy[2]; es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad»[3].

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.

3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz

El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana»[4]. Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.

A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:

Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].

Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.

4. Los vicios de la política

En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro

Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro. En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo»[6].

Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.

6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo

Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

7. Un gran proyecto de paz

Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos»[7].

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;

— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;

— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).

Vaticano, 8 de diciembre de 2018

Francisco

jueves, 27 de diciembre de 2018

COMO ESTRELLAS EN LA TIERRA


"Los guías espirituales brillarán como el resplandor del firmamento; los que educaron al pueblo para que fuera justo brillarán como las estrellas por toda la eternidad (Dan. 12)." 

Me ha llamado la atención estas palabras del libro del profeta Daniel y creo que en los tiempos actuales son muy ciertas. Vivimos en una realidad que a gritos silenciosos o con silencios ensordecedores pide guías espirituales y quien los enseñe a caminar por los caminos de la justicia. 
Al ver a nuestro alrededor pareciera casi “normal” escuchar noticias de dolor, muerte, violencia… y lo peor que nos puede pasar como seres humanos es el acostumbrarnos a ello, el hacernos de cierta manera y casi sin darnos cuenta, insensibles o por protección o por cansancio, pero, como nos invita incansablemente Papa Francisco, ¡“no podemos dejarnos llevar por la globalización de la indiferencia!” que es la grande tentación en situaciones como estas.

Me siento muy afortunada y bendecida por experiencias vividas recientemente, que para mi han sido como un chapuzón de esperanza: como los encuentros que he tenido con jóvenes mexicanos y de otras tierras y sentirlos vibrar y soñar con un mundo mas inclusivo e incluyente, dispuestos a poner sus dones y talentos para que un mundo más  humano y solidario sea  posible. Personas de diversas culturas, lenguas y estilos de vida, planeando juntos una colaboración que rescate los anhelos de humanidad y dignidad. grupos de personas que dedican su tiempo y energía a prepararse para servir mejor a una sociedad que los necesita, aunque no se de cuenta! También el haber participado al Foro Social Mundial de Migrantes, donde pude escuchar tantas iniciativas en bien de los hermanos y hermanas que por diferentes motivos se ven obligados a migrar, dejando atrás no solo sus tierras sino sus sueños y esperanzas, para ir al encuentro de un probable futuro mejor; Todo esto me hace creer  y esperar en la belleza de los seres humanos.

“Como estrellas en la Tierra” es una de las películas más bellas y conmovedoras que he visto en mucho tiempo. Una película que retrata la historia de Ishaan, un niño de 9 años, identificado como disléxico. Llega un profesor de arte sustituto, Ram, que le permite sacar lo mejor de sí y darse cuenta de su mayor talento.

Creo que hoy en dia hay muchos Ishaans que pueden ser vistos como extraños por no ser y hacer como la sociedad les pide, sino que en una sociedad que castiga la solidariedad, ell@s deciden sacar lo mejor de su humanidad e iluminar con ella las situaciones de oscuridad que amenazan con enfriar nuestro mundo. Son ell@s los sueños que atraviesan la noche hasta encontrar el amanecer.
Martin Luther  King Jr dijo alguna vez “Si ayudo aunque solo sea a una persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”. Este es el tiempo de renovar esperanzas, de construir sueños y de creer en ellos, trabajando para que se hagan realidad… tod@s estamos llamad@s a ser parte de ese sueño … del Sueño de Dios para la humanidad, que seamos familia! Que seamos herman@s, que seamos humanos!!

Hna. Clara Torres Acevedo

lunes, 24 de diciembre de 2018

MISA DE NAVIDAD: "JESUS, TU, RECOSTADO EN UN PESEBRE, ERES EL PAN DE MI VIDA"



(ZENIT – 24 dic. 2018).- A las 21:30 horas, en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco ha celebrado la Santa Misa de la Noche en la Solemnidad del Nacimiento del Señor, el 24 de diciembre de 2018.

En la Celebración Eucarística, después de la proclamación del Santo Evangelio, el Papa ha pronunciado la homilía, que ofrecemos a continuación:



José, con María su esposa, subió «a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc 2,4). Esta noche, también nosotros subimos a Belén para descubrir el misterio de la Navidad. 

1. Belén: el nombre significa casa del pan. En esta “casa” el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón. En la Escritura, el pecado original de la humanidad está asociado precisamente con tomar alimento: «tomó de su fruto y comió», dice el libro del Génesis (3,6). Tomó y comió. El hombre se convierte en ávido y voraz. Parece que el tener, el acumular cosas es para muchos el sentido de la vida. Una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos banquetean espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir.

Belén es el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia. Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre. Como si nos dijera: Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento. No toma, sino que ofrece el alimento; no da algo, sino que se da él mismo. En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida. Al hombre, acostumbrado desde los orígenes a tomar y comer, Jesús le dice: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia. Desde la “casa del pan”, Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo. Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar. 

El Señor sabe que necesitamos alimentarnos todos los días. Por eso se ha ofrecido a nosotros todos los días de su vida, desde el pesebre de Belén al cenáculo de Jerusalén. Y todavía hoy, en el altar, se hace pan partido para nosotros: llama a nuestra puerta para entrar y cenar con nosotros (cf. Ap 3,20). En Navidad recibimos en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna. 

En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad. Si la acogemos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros. Porque cuando Jesús cambia el corazón, el centro de la vida ya no es mi yo hambriento y egoísta, sino él, que nace y vive por amor. Al estar llamados esta noche a subir a Belén, casa del pan, preguntémonos: ¿Cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir?, ¿es el Señor o es otro? Después, entrando en la gruta, individuando en la tierna pobreza del Niño una nueva fragancia de vida, la de la sencillez, preguntémonos: ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla? En Belén, junto a Jesús, vemos gente que ha caminado, como María, José y los pastores. Jesús es el Pan del camino. No le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás. Preguntémonos: En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene? 

2. Después de Belén casa de pan, reflexionemos sobre Belén ciudad de David. Allí David, que era un joven pastor, fue elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo. En Navidad, en la ciudad de David, los que acogen a Jesús son precisamente los pastores. En aquella noche —dice el Evangelio— «se llenaron de gran temor» (Lc 2,9), pero el ángel les dijo: «No temáis» (v. 10). Resuena muchas veces en el Evangelio este no temáis: parece el estribillo de Dios que busca al hombre. Porque el hombre, desde los orígenes, también a causa del pecado, tiene miedo de Dios: «me dio miedo […] y me escondí» (Gn 3,10), dice Adán después del pecado. Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del “no” del hombre, allí Dios dice siempre “sí”: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. No temáis: no se lo dice a los santos, sino a los pastores, gente sencilla que en aquel tiempo no se distinguía precisamente por la finura y la devoción. El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo; tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción. 

Los pastores de Belén nos dicen también cómo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar (cf. Mt 25,13; Mc 13,35; Lc 21,36). Permanecen vigilantes, esperan despiertos en la oscuridad, y Dios «los envolvió de claridad» (Lc 2,9). Esto vale también para nosotros. Nuestra vida puede ser una espera, que también en las noches de los problemas se confía al Señor y lo desea; entonces recibirá su luz. Pero también puede ser una pretensión, en la que cuentan solo las propias fuerzas y los propios medios; sin embargo, en este caso el corazón permanece cerrado a la luz de Dios. Al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo. De hecho, los pastores se mueven: «fueron corriendo», dice el texto (v. 16). No se quedan quietos como quien cree que ha llegado a la meta y no necesita nada, sino que van, dejan el rebaño sin custodia, se arriesgan por Dios. Y después de haber visto a Jesús, aunque no eran expertos en el hablar, salen a anunciarlo, tanto que «todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores» (v. 18). 

Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: «¿Me amas?» (Jn 21,15). De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: “Te amo”. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño. 

«Vayamos, pues, a Belén» (Lc 2,15): así lo dijeron y lo hicieron los pastores. También nosotros, Señor, queremos ir a Belén. El camino, también hoy, es en subida: se debe superar la cima del egoísmo, es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo. Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida. Necesito la fragancia tierna de tu amor para ser, yo también, pan partido para el mundo. Tómame sobre tus hombros, buen Pastor: si me amas, yo también podré amar y tomar de la mano a los hermanos. Entonces será Navidad, cuando podré decirte: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo” (cf. Jn 21,17). 

domingo, 23 de diciembre de 2018

EL ANGELUS: EL MISTERIO DEL ENCUENTRO DEL HOMBRE CON DIOS



(ZENIT – 23 dic. 2018).-  En este cuarto domingo de adviento desde la ventana del palacio apostólico que da a la plaza San Pedro y ante unas 20.000 personas, el Papa nos invita a centrarnos en la figura de María como modelo de fe y caridad.

En el encuentro con su prima Isabel esta alabó su fe “Bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho”.

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este cuarto domingo de Adviento se centra en la figura de María, la Virgen Madre, que espera dar a luz a Jesús, el Salvador del mundo. Fijemos nuestra mirada en ella, un modelo de fe y caridad; y podemos preguntarnos: ¿cuáles fueron sus pensamientos durante los meses de espera? La respuesta proviene del pasaje del Evangelio de hoy, el relato de la visita de María a su pariente anciana, Isabel (cf. Lc 1, 39-45). El ángel Gabriel le había dicho que Isabel estaba esperando un hijo y que ya estaba en el sexto mes (cf. Lc 1, 26.36). Y así, la Virgen, que acababa de concebir a Jesús por la obra de Dios, había salido apresuradamente de Nazaret, en Galilea, para llegar a las montañas de Judea para encontrarse con su prima.

El Evangelio dice: “Entró en la casa de Zacarías, saludó a Isabel” (v.40). Seguramente la felicitó por su maternidad, ya su vez Isabel saludó a María diciendo: “¡Bendita seas entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mi?”(Vv. 42-43). E inmediatamente alabó su fe: “Bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho” (v.45). Es evidente el contraste entre María, que tenía fe, y Zacarías, el esposo de Isabel, que no había creído en la promesa del ángel y, por lo tanto, permaneció mudo hasta el nacimiento de Juan.

Este episodio nos ayuda a leer con una luz muy especial el misterio del encuentro del hombre con Dios. Un encuentro que no está marcado por prodigios  asombrosos, sino en nombre de la fe y la caridad. De hecho, María es bendecida porque creyó: el encuentro con Dios es el fruto de la fe. En cambio, Zacarias, que no creía, permaneció sordo y mudo para crecer en la fe durante el largo silencio: sin fe, inevitablemente permanecemos sordos a la voz consoladora de Dios; y seguimos sin poder pronunciar palabras de consuelo y esperanza para nuestros hermanos y hermanas. Lo vemos todos los días, la gente que no tiene fe o que tiene la fe muy pequeña, cuando debe acercarse a una persona que sufre le dice palabras de circunstancia, pero no logra llegar al corazón porque no tiene fuerza porque no tiene fe y sino tiene fe no llegan las palabras ni llegan al corazón de los demás.

La fe, a su vez, se nutre de la caridad. El evangelista nos dice que “María se levantó y fue rápidamente a ver a Isabel” (v. 39) “Se levantó”: un gesto lleno de preocupación. Podría haberse quedado en casa para prepararse para el nacimiento de su hijo, en lugar de eso, se preocupa primero de los demás que de sí mismo, demostrando de hecho que ya es un discípulo del Señor que lleva en su vientre. El acontecimiento del nacimiento de Jesús comenzó así, con un simple gesto de caridad; Además, la auténtica caridad es siempre el fruto del amor de Dios. El evangelio de la visita de María a Isabel  que escuchamos hoy en la misa, nos prepara para vivir bien la Navidad, comunicándonos el dinamismo de la fe y de la caridad. Este dinamismo es obra del Espíritu Santo: el Espíritu de amor que fecundó el vientre virginal de María y que la instó a acudir al servicio de su anciana pariente.

Un dinamismo lleno de alegría, como se ve en el encuentro entre las dos madres, que es todo un himno de regocijo gozoso en el Señor, que hace grandes cosas con los pequeños que confían en Él. Que la Virgen María nos brinde la gracia de vivir una Navidad extrovertida pero no dispersa: que en el centro no esté nuestro “Yo”, sino el Tú de nuestros hermanos y hermanas, especialmente aquellos que necesitan una mano. Entonces dejaremos espacio para el amor que, incluso hoy, quiere hacerse carne y venir a vivir entre nosotros.

domingo, 16 de diciembre de 2018

PAPA FRANCISCO: EL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO INVITA A LA ALEGRIA A PESAR DE LOS PROBLEMAS


En su reflexión antes del rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó que el tercer domingo de Adviento, llamado también domingo de Gaudete, es un llamado a la alegría a pesar de los problemas y los sufrimientos, pero para acogerla es necesario ser capaz de cuestionarse haciéndose una importante pregunta.

“En medio de los problemas y los sufrimientos”, la certeza de que Dios acompaña a sus hijos “alimenta la esperanza y el coraje, pero para acoger la invitación del Señor a la alegría, es necesario ser personas dispuestas a cuestionarse. Así como los que escucharon a San Juan Bautista se preguntaban ¿Qué cosa debemos hacer? Cada uno debe preguntarse ¿Qué debo hacer? Esta pregunta es la primera que estamos invitados a hacernos en este tiempo de Adviento”.

Tras recordar que San Pablo alienta a no “angustiarse sin esperanza”, Francisco resaltó que “la consciencia de que en las dificultades podemos siempre dirigirnos al Señor, y que Él no desoye nunca nuestras invocaciones, es un gran motivo de alegría. Ninguna preocupación, ningún miedo logrará nunca arrebatarnos la serenidad que viene de Dios, del saber que Dios guía amorosamente nuestra vida, siempre”.

El Papa recordó que en la liturgia de hoy, “el profeta Sofonías se dirige con estas palabras a la pequeña porción del pueblo de Israel: ‘Alégrate hija de Sión, grita de alegría, Israel exulta y aclama con todo el corazón, hija de Jerusalén’. Los habitantes de la ciudad santa son llamados a alegrarse porque el Señor ha revocado su condena”.


“Dios ha perdonado, no ha querido castigar. En consecuencia para el pueblo no hay más motivo de tristeza ni desconsuelo, sino que todo lleva a una gratitud alegre hacia Dios, que siempre quiere rescatar y salvar a quien ama”, continuó el Santo Padre.

“El amor del Señor por su pueblo es incesante, comparable con la ternura del padre por sus hijos, del esposo por la esposa”, indicó. “Esto es lo que se llama el domingo de la Alegría, el tercer domingo de Adviento” agregó.

Lo que dice Sofonías, prosiguió el Papa, es profético y ayuda a preparase para la venida de Jesús en Navidad, porque su mensaje encuentra su pleno significado en la “anunciación a María, narrada por el evangelista Lucas. Las palabras dirigidas por el ángel Gabriel a la Virgen son como un eco de las del profeta: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’”.

“En un pueblo perdido de Galilea, en el corazón de una joven mujer desconocida para el mundo, Dios enciende la chispa de la felicidad para el mundo entero. Y hoy el mismo anuncio se dirige a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio, para que se haga carne, vida concreta”.

Este anuncio se dirige “a todos nosotros: ‘Alégrate, pequeña comunidad cristiana, pobre y humilde pero bella a mis ojos porque deseas ardientemente mi Reino, tienes hambre y sed de justicia, tejes pacientemente redes de paz, no sigues a los poderosos de turno sino que permaneces fielmente junto a los pobres. Y así no tienes miedo a nada y tu corazón está en la alegría”.


Para concluir, el Pontífice hizo votos para que “la Virgen María nuestra madre, nos ayude a abrir nuestro corazón a Dios-que-viene, para que Él inunde de alegría toda nuestra vida”.

El tercer domingo de Adviento es llamado domingo de gaudete, o de la alegría, por la primera palabra del introito de la Misa: Gaudete, es decir, regocíjense.

En esta fecha se permite la vestidura rosa para el sacerdote como signo de gozo, y la Iglesia invita a los fieles a alegrarse porque ya está cerca el Señor. En la Corona de Adviento se enciende la tercera llama, la vela rosada.

EL PAPA SE PRONUNCIA SOBRE EL PACTO MIGRATORIO DE LA ONU


Al concluir el rezo del Ángelus este domingo 16 de diciembre en el Vaticano, el Papa Francisco se refirió al reciente Pacto Migratorio de la ONU aprobado hace unos días en Marruecos.

“La semana pasada se aprobó en Marrakech, en Marruecos, el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que buscar ser un marco de referencia para la comunidad internacional”, dijo el Santo Padre.

“Auspicio por lo tanto que la migración, gracias también a este instrumento, pueda darse con responsabilidad, solidaridad y compasión ante quienes, por diversos motivos, han dejado su propio país y confío esta intención a sus oraciones”, señaló el Pontífice.


El Pacto Mundial para la Migración de la ONU fue aprobado el 10 de diciembre ante una serie de oposiciones de varios países que decidieron no firmarlo como Estados Unidos, Chile, Australia, Suiza, Hungría, Bulgaria, República Checa, Austria, Polonia, Estonia, Israel y República Dominicana.

En un comunicado dado a conocer esta semana, la Casa Blanca en Estados Unidos consideró que el Pacto “es un esfuerzo de las Naciones Unidas para promover la gobernanza global a expensas del derecho soberano de los estados de administrar sus propios sistemas de inmigración”.

El Pacto Migratorio, un documento de 40 páginas, fue aprobado por 156 países de los 193 miembros de la ONU y busca reforzar la "cooperación sobre la migración internacional en todas sus dimensiones" pero es "jurídicamente no vinculante", lo que quiere decir que no es de cumplimiento obligatorio.

La aprobación se dio en la sesión plenaria presidida por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

El Pacto detalla 23 objetivos entre los cuales está "minimizar los factores adversos y estructurales que obligan a las personas a abandonar su país de origen", "reforzar la respuesta transnacional al tráfico ilícito de migrantes", "utilizar la detención de migrantes solo como último recurso" y "proporcionar a los migrantes acceso a servicios básicos".

AMERICA/MEXICO - LA IGLESIA: LA VIRGEN DE GUADALUPE SEA UN "SIGNO DE UNIDAD" PARA EL PAIS



Ciudad México (Agencia Fides) – "El país enfrenta desafíos muy grandes y serios, como la violencia y el asesinato, y un fenómeno reciente y muy serio es el suicidio de los adolescentes que pierden el significado de la vida en una edad tan tierna": esta es la alarma lanzada por el Arzobispo de la ciudad de México, el cardenal Carlos Aguiar Retes, y difundido en una nota enviada a la Agencia Fides, que se dirigió a los fieles que esperan una nueva fase de paz y reconciliación social en la nación, y lo confía a la Virgen de Guadalupe, cuya fiesta se celebra el 12 de diciembre.

En consonancia con la reflexión del cardenal Aguiar Retes, el editorial del semanario "Desde la Fe", una publicación muy seguida de la archidiócesis, invita a todos a celebrar la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe con estas palabras: "La fiesta de la Virgen de Guadalupe ofrece la oportunidad de trabajar en dos dimensiones fundamentales: lo religioso y lo social, dejar a un lado la discordia, considerérnonos hermanos y así poder servir a la nación". La Virgen de Guadalupe, se lee en el texto enviado a la Agencia Fides, "debe ser un ícono y un paradigma para la nueva fase política de nuestro país. Su acción conciliadora a través de Juan Diego, para promover la unión de un pueblo naciente, es un ejemplo actual para encontrar el camino, para todos, incluso cuando hay diferencias profundas".

Ha sido muy comentado por la opinión pública la noticia publicada por la prensa local que informa de más de 250 muertos en una semana, debido a los enfrentamientos entre grupos delictivos o con las fuerzas armadas. Para enfrentar la violencia en México, el nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha reafirmado estos días su idea de crear la "Guardia Nacional", compuesta por 50,000 elementos, además de dividir el territorio mexicano entre 150 Coordinadores de Seguridad que trabajarán con la policia estatal.
(CE) (Agencia Fides, 11/12/2018)

KERMESS MISIONERA


Las hermanas misioneras combonianas de la casa Provincial en la Ciudad de México inician el tiempo de adviento, tiempo de alegría y esperanza con la tradicional Kermess misionera anual.

Cerca de 200 personas entre familiares, amigos y bienhechores se dieron cita para compartir este dia domingo entre todos y compartir las alegrías y sufrimentos, los gozos y esperanzas de otros países de misión donde las hermanas comparten su vida con los pueblos mas empobrecidos.

En la bienvenida la hermana Veronica Vazquez, compartió la situación que en estos momentos viven los migrantes centroamericanos en su paso por nuestro país Mexico e invitó a todos los participantes a colaborar desde su generosidad para tener un gesto de solidaridad con todos ellos.

Los hermanos misioneros combonianos estuvieron presentes en la celebración Eucarística y en toda la fiesta.

En este dia hubo comida compartida como tacos árabes, paella, pollo, mole, arroz, frijoles, refrescos, postres y no podían faltar la tómbola llena de mil regalos, manualidades de fieltro y la piñata para los niños.

Todos niños, jóvenes, adultos y ancianos vivimos un dia pleno de alegría misionera con nuestros deseos para que este tiempo de esperanza que es el adviento abra las puertas de nuestro corazón y hogares a la venida del Señor.


TIEMPO DE ADVIENTO- TIEMPO DE ESPERA


El Adviento es el tiempo de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta. Además marca el inicio del Nuevo Año Litúrgico católico y este 2018 empezará el domingo 2 de diciembre.

Adviento viene del latín “ad-venio”, que quiere decir “venir, llegar”. Comienza el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de noviembre) y dura cuatro semanas.

El Adviento está dividido en dos partes: las primeras dos semanas sirven para meditar sobre la venida final del Señor, cuando ocurra el fin del mundo; mientras que las dos siguientes sirven para reflexionar concretamente sobre el nacimiento de Jesús y su irrupción en la historia del hombre en Navidad. (www.aciprensa.com)

PAPA FRANCISCO DA LA BIENVENIDA AL ADVIENTO INVITANDO A "VIVIR CON SOBRIEDAD"

"En este tiempo de Adviento, estamos llamados a ampliar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas afianzados, porque el Señor viene en la hora en que no lo imaginamos", ha explicado el Pontífice antes de rezar el ángelus dominical, este domingo, el primero del adviento.

Papa Francisco ha recordado que la Navidad, además de conmemorar la "encarnación de Dios" y su "presencia constante" en el mundo, es también un signo de la tercera venida que, según la Iglesia, se producirá al final de los tiempos para "juzgar a vivos y muertos".

"El Evangelio no quiere atemorizarnos, sino abrir nuestro horizonte a la dimensión ulterior, más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día, pero al mismo tiempo las hace preciosas, decisivas. La relación con el Dios-que-viene-a-visitarnos da a cada gesto, a cada cosa una luz diversa, un espesor, un valor simbólico", ha explicado.


Por ello, ha explicado que la invitación a la sobriedad se enmarca dentro de la necesidad de "estar siempre listos para partir" y "mantener la vigilancia" para "no ser dominados por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas". (www.lainformacion.com)



martes, 13 de noviembre de 2018

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO II JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES





Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
18 de noviembre de 2018



Este pobre gritó y el Señor lo escuchó



1. «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34,7). Las palabras del salmista las hacemos nuestras desde el momento en el que también nosotros estamos llamados a ir al encuentro de las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de “pobres”. Quien ha escrito esas palabras no es ajeno a esta condición, sino más bien al contrario. Él ha experimentado directamente la pobreza y, sin embargo, la transforma en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor. Este salmo nos permite también hoy a nosotros, rodeados de tantas formas de pobreza, comprender quiénes son los verdaderos pobres, a los que estamos llamados a dirigir nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.

Se nos dice, ante todo, que el Señor escucha a los pobres que claman a él y que es bueno con aquellos que buscan refugio en él con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. Escucha a todos los que son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada al cielo para recibir luz y consuelo. Escucha a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de este nombre y atemorizados por la violencia; y aun así saben que Dios es su Salvador. Lo que surge de esta oración es ante todo el sentimiento de abandono y confianza en un Padre que escucha y acoge. A la luz de estas palabras podemos comprender más plenamente lo que Jesús proclamó en las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3).

En virtud de esta experiencia única y, en muchos sentidos, inmerecida e imposible de describir por completo, nace el deseo de contarla a otros, en primer lugar a los que, como el salmista, son pobres, rechazados y marginados. Nadie puede sentirse excluido del amor del Padre, especialmente en un mundo que con frecuencia pone la riqueza como primer objetivo y hace que las personas se encierren en sí mismas.

2. El salmo describe con tres verbos la actitud del pobre y su relación con Dios. Ante todo, “gritar”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. ¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza? Podemos preguntarnos: ¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no consigue llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles? En una Jornada como esta, estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta de si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres.

Lo que necesitamos es el silencio de la escucha para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aun siendo meritorias y necesarias, están dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Estamos tan atrapados por una cultura que obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que pensamos que basta con un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos, sin tener que comprometernos directamente.

3. El segundo verbo es “responder”. El salmista dice que el Señor, no solo escucha el grito del pobre, sino que le responde. Su respuesta, como se muestra en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre. Así ocurrió cuando Abrahán manifestó a Dios su deseo de tener una descendencia, a pesar de que él y su mujer Sara, ya ancianos, no tenían hijos (cf. Gn 15,1-6). También sucedió cuando Moisés, a través del fuego de una zarza que ardía sin consumirse, recibió la revelación del nombre divino y la misión de hacer salir al pueblo de Egipto (cf. Ex 3,1-15). Y esta respuesta se confirmó a lo largo de todo el camino del pueblo por el desierto, cuando sentía el mordisco del hambre y de la sed (cf. Ex 16,1-16; 17,1-7), y cuando caían en la peor miseria, es decir, la infidelidad a la alianza y la idolatría (cf. Ex 32,1-14).

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en él obre de la misma manera, dentro de los límites humanos. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de cualquier lugar para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un hermano o una hermana. Lo que no necesitan los pobres es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia —que es necesaria y providencial en un primer momento—, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199), que honra al otro como persona y busca su bien.

4. El tercer verbo es “liberar”. El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle la dignidad. La pobreza no es algo buscado, sino que es causada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Males tan antiguos como el hombre, pero que son siempre pecados, que afectan a tantos inocentes, produciendo consecuencias sociales dramáticas. La acción con la que el Señor libera es un acto de salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios. Tantos salmos narran y celebran esta historia de salvación que se refleja en la vida personal del pobre: «[El Señor] no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, lo escuchó» (Sal 22,25). Poder contemplar el rostro de Dios es signo de su amistad, de su cercanía, de su salvación. Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro; […] me pusiste en un lugar espacioso (cf. Sal 31,8-9). Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91,3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar libremente y mirar la vida con ojos serenos. La salvación de Dios adopta la forma de una mano tendida hacia el pobre, que acoge, protege y hace posible experimentar la amistad que tanto necesita. A partir de esta cercanía, concreta y tangible, comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

5. Me conmueve saber que muchos pobres se han identificado con Bartimeo, del que habla el evangelista Marcos (cf. 10,46-52). El ciego Bartimeo «estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna» (v. 46), y habiendo escuchado que Jesús pasaba «empezó a gritar» y a invocar al «Hijo de David» para que tuviera piedad de él (cf. v. 47). «Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más fuerte» (v. 48). El Hijo de Dios escuchó su grito: «“¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Rabbunì, que recobre la vista”» (v. 51). Esta página del Evangelio hace visible lo que el salmo anunciaba como promesa. Bartimeo es un pobre que se encuentra privado de capacidades fundamentales, como son la de ver y trabajar. ¡Cuántas sendas conducen también hoy a formas de precariedad! La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social, a pesar de los progresos realizados por la humanidad… Cuántos pobres están también hoy al borde del camino, como Bartimeo, buscando dar un sentido a su condición. Muchos se preguntan cómo han llegado hasta el fondo de este abismo y cómo poder salir de él. Esperan que alguien se les acerque y les diga: «Ánimo. Levántate, que te llama» (v. 49).

Por el contrario, lo que lamentablemente sucede a menudo es que se escuchan las voces del reproche y las que invitan a callar y a sufrir. Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, a los que se les considera no solo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento. Se tiende a crear distancia entre los otros y uno mismo, sin darse cuenta de que así nos distanciamos del Señor Jesús, quien no solo no los rechaza sino que los llama a sí y los consuela. En este caso, qué apropiadas se nos muestran las palabras del profeta sobre el estilo de vida del creyente: «Soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo» (Is 58,6-7). Este modo de obrar permite que el pecado sea perdonado (cf. 1P 4,8), que la justicia recorra su camino y que, cuando seamos nosotros los que gritemos al Señor, entonces él nos responderá y dirá: ¡Aquí estoy! (cf. Is 58, 9).

6. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa, e incluso en la oscuridad de la noche no deja que falte el calor de su amor y de su consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta de su corazón y de su vida, los hacen sentir familiares y amigos. Solo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 198).

En esta Jornada Mundial estamos invitados a concretar las palabras del salmo: «Los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22,27). Sabemos que tenía lugar el banquete en el templo de Jerusalén después del rito del sacrificio. Esta ha sido una experiencia que ha enriquecido en muchas Diócesis la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres del año pasado. Muchos encontraron el calor de una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera sencilla y fraterna. Quisiera que también este año, y en el futuro, esta Jornada se celebrara bajo el signo de la alegría de redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos en comunidad y compartir la comida en el domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y sencillez: «Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. [....] Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,42.44-45).

7. Son innumerables las iniciativas que diariamente emprende la comunidad cristiana como signo de cercanía y de alivio a tantas formas de pobreza que están ante nuestros ojos. A menudo, la colaboración con otras iniciativas, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, nos permite brindar una ayuda que solos no podríamos realizar. Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente, nos lleva a tender la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda lograr su objetivo con más eficacia. Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, aunque sabemos reconocer otras formas de ayuda y de solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; pero no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y hacia la santidad. Una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos dar es el diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración sin ningún tipo de protagonismo.

En relación con los pobres, no se trata de jugar a ver quién tiene el primado en el intervenir, sino que con humildad podamos reconocer que el Espíritu suscita gestos que son un signo de la respuesta y de la cercanía de Dios. Cuando encontramos el modo de acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. Lo que necesitan los pobres no es protagonismo, sino ese amor que sabe ocultarse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres. Quien se pone al servicio es instrumento en las manos de Dios para que se reconozca su presencia y su salvación. Lo recuerda san Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto, que competían ente ellos por los carismas, en busca de los más prestigiosos: «El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”; y la cabeza no puede decir a los pies: “No os necesito”» (1 Co 12,21). El Apóstol hace una consideración importante al observar que los miembros que parecen más débiles son los más necesarios (cf. v. 22); y que «los que nos parecen más despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan» (vv. 23-24). Pablo, al mismo tiempo que ofrece una enseñanza fundamental sobre los carismas, también educa a la comunidad a tener una actitud evangélica con respecto a los miembros más débiles y necesitados. Los discípulos de Cristo, lejos de albergar sentimientos de desprecio o de pietismo hacia ellos, están más bien llamados a honrarlos, a darles precedencia, convencidos de que son una presencia real de Jesús entre nosotros. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).

8. Aquí se comprende la gran distancia que hay entre nuestro modo de vivir y el del mundo, el cual elogia, sigue e imita a quienes tienen poder y riqueza, mientras margina a los pobres, considerándolos un desecho y una vergüenza. Las palabras del Apóstol son una invitación a darle plenitud evangélica a la solidaridad con los miembros más débiles y menos capaces del cuerpo de Cristo: «Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). Siguiendo esta misma línea, así nos exhorta en la Carta a los Romanos: «Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde» (12,15-16). Esta es la vocación del discípulo de Cristo; el ideal al que aspirar con constancia es asimilar cada vez más en nosotros los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,5).

9. Una palabra de esperanza se convierte en el epílogo natural al que conduce la fe. Con frecuencia, son precisamente los pobres los que ponen en crisis nuestra indiferencia, fruto de una visión de la vida excesivamente inmanente y atada al presente. El grito del pobre es también un grito de esperanza con el que manifiesta la certeza de que será liberado. La esperanza fundada en el amor de Dios, que no abandona a quien confía en él (cf. Rm 8,31-39). Así escribía santa Teresa de Ávila en su Camino de perfección: «La pobreza es un bien que encierra todos los bienes del mundo. Es un señorío grande. Es señorear todos los bienes del mundo a quien no le importan nada» (2,5). En la medida en que sepamos discernir el verdadero bien, nos volveremos ricos ante Dios y sabios ante nosotros mismos y ante los demás. Así es: en la medida en que se logra dar a la riqueza su sentido justo y verdadero, crecemos en humanidad y nos hacemos capaces de compartir.

10. Invito a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-7), junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos, hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos unos a otros, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, vuelve operosa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en su camino hacia el Señor que llega.

Vaticano, 13 de junio de 2018 
Memoria litúrgica de san Antonio de Padua

Francisco

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL FORO SOCIAL MUNDIAL DE LAS MIGRACIONES


www.vatican.va
[Ciudad de México, 2-4 de noviembre de 2018]

Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco la invitación extendida por los organizadores del Foro Social Mundial de las Migraciones, a dirigirles algunas palabras de aliento al comienzo de las sesiones de trabajo.

El programa de acción de la octava edición del foro Social Mundial de las Migraciones recuerda el mandato del profeta Jeremías, enviado por Dios «para extirpar y arrasar, para destruir y derrocar, para reconstruir y plantar» (Jr 1,10). Como en el tiempo del profeta, hoy hay maldades que extirpar, injusticias que arrasar, discriminaciones que destruir, privilegios que derrocar, dignidades que reconstruir y valores que plantar.

La transformación positiva de nuestras sociedades comienza por el rechazo de todas las injusticias, que hoy buscan su justificación en la “cultura del descarte” —una enfermedad “pandémica” del mundo contemporáneo—. Esta oposición se pone como una primera actuación de justicia, sobre todo cuando ella logra dar voz a los “sin voces”. Y entre estos últimos están los migrantes, los refugiados y los desplazados, que son ignorados, explotados, violados y abusados en el silencio culpable de muchos.

Sin embargo, la acción transformadora no se limita a denunciar las injusticias. Es necesario identificar pautas de solución concretas y viables, aclarando roles y responsabilidades de todos los actores. En el ámbito migratorio (migrar), la transformación (transformar) se alimenta de la resiliencia (resistir) de los migrantes, refugiados y desplazados, y aprovecha sus capacidades y aspiraciones para la construcción (construir) de «sociedades inclusivas, justas y solidarias, capaces de restituir dignidad a aquellos que viven con gran incertidumbre y que no logran soñar con un mundo mejor» (Mensaje al Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, 23-26 enero 2018).

Este foro se propone abordar siete ejes temáticos directamente relacionados con las migraciones contemporáneas: derechos humanos, fronteras, incidencia política, capitalismo, género, cambio climático y dinámicas transnacionales. Se trata de temas muy importantes, que merecen una reflexión atenta y compartida entre todos los actores, una reflexión que busca la integración de las distintas perspectivas, reconociendo la complejidad del fenómeno migratorio.

Y es precisamente a raíz de esta complejidad que desde hace un par de años la comunidad internacional se ha comprometido en el desarrollo de dos procesos de consultaciones y negociaciones, que tienen como objetivo la adopción de dos pactos mundiales, uno para una migración segura, ordenada y regular, y otro sobre refugiados. Como contribución a estos procesos, la Sección Migrantes y Refugiados, bajo mi dirección, ha preparado un documento, titulado 20 puntos de Acción para los Pactos Mundiales, que aboga por una serie de medidas eficaces y acreditadas que, en su conjunto, constituyen una respuesta coherente a los retos que se plantean en la actualidad. Los 20 Puntos se articulan en torno a cuatro verbos —acoger, proteger, promover e integrar— que sintetizan la respuesta a los «desafíos planteados a la comunidad política, a la sociedad civil y a la Iglesia» (Discurso a los participantes del Foro Internacional sobre “Migraciones y Paz”, 21 febrero 2017) por el fenómeno migratorio hoy.

Muchos de los principios declarados y de las medidas sugeridas en los 20 Puntos de Acción coinciden con las declaraciones que organizaciones de la sociedad civil han suscrito con el deseo de contribuir al proceso iniciado por las Naciones Unidas en vista de los Pactos Mundiales. Asimismo, son notables las coincidencias de principios y medidas entre los 20 Puntos y los textos finales de los mismos Pactos.

Más allá de sus limitaciones, que la Santa Sede no ha dejado de señalar, y de su naturaleza no vinculante, los Pactos Mundiales constituyen «un marco de referencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2018, 13 noviembre 2017). Como para cualquier acción de alcance global, la implementación de las recomendaciones y sugerencias contenidas en los Pactos Mundiales requiere la coordinación de «los esfuerzos de todos los actores, entre los cuales, pueden estar seguros, estará siempre la Iglesia» (Discurso a los participantes del Foro Internacional sobre “Migraciones y Paz”, 21 febrero 2017). Para ello, espero poder contar con la colaboración de todos ustedes y de las organizaciones que ustedes representan en este foro.

La misma colaboración se requiere para mejorar los acuerdos bilaterales y multilaterales en el ámbito migratorio, y que sean siempre para mayor beneficio de todos: migrantes, refugiados, desplazados, sus familias, sus comunidades de origen y las sociedades que los acogen. Esto solo se podrá lograr en un diálogo transparente, sincero y constructivo entre todos los actores, en el respeto de los roles y responsabilidades de cada uno.

Quiero aprovechar esta ocasión para animar a las organizaciones de la sociedad civil y a los movimientos populares a colaborar en la difusión masiva de aquellos puntos de los Pactos Globales que apuntan a la promoción humana integral de los migrantes y refugiados —como también de las comunidades que los acogen—, evidenciando las buenas iniciativas propuestas. Las mismas organizaciones y movimientos están invitadas a comprometerse para promover una repartición de responsabilidades más equitativa en la asistencia de los solicitantes de asilo y refugiados. Asimismo, es determinante su actuación para identificar con prontitud las víctimas de la trata, realizando todos los esfuerzos necesarios para liberarlas y rehabilitarlas.

Por último, pido la intercesión de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, para que los cuide y sostenga con su ayuda maternal en sus actividades en favor de los migrantes, refugiados y desplazados.

Dios bendiga vuestro trabajo en los próximos días.

Vaticano, 26 de octubre de 2018.

Francisco

ASIA/INDONESIA - LAS MUJERES CATOLICAS SE COMPROMETEN A PROMOVER LA DIGNIDAD HUMANA Y LA PROSPERIDAD



Yakarta (Agencia Fides) - Las mujeres católicas indonesias están comprometidas a promover la dignidad humana, la prosperidad y la armonía en la sociedad. Así lo confirmaron las más de 600 delegadas que participaron en el XX Congreso de la Asociación de Mujeres Católicas de Indonesia, provenientes de las 37 diócesis del país. De acuerdo con la información de Fides, la Asociación expresó en el documento final del Congreso "el compromiso de luchar por el progreso de las mujeres en el archipiélago. Somos conscientes del pluralismo cultural y religioso que existe en el país y con determinación queremos vivir bajo el signo de la compasión. Promovemos la dignidad humana en las familias y en las sociedades. Venimos de diferentes grupos étnicos e islas, pero estamos unidas y tenemos una misión común que Dios nos ha dado y que debemos cumplir en la sociedad".

La Asociación de Mujeres Católicas de Indonesia desarrolla diversas actividades sociales y pastorales en cada diócesis. El presidente de Indonesia, Joko Widodo, elogió los esfuerzos de la Asociación para contribuir a la construcción de una nación armoniosa y pacífica. En este sentido, el gobierno indonesio premió a la organización por sus esfuerzos para promover y preservar la "unidad en la diversidad" típica de la sociedad indonesia, reconociéndola como la "mejor organización social de 2018" entre aquellas comprometidas con la protección de los bienes sociales como la salud, la educación, la cultura y el medio ambiente, en el espíritu de Pancasila (la carta de los cinco principios en la base de la Constitución indonesia).

La presidenta Justina Rostiawati recordó que la Asociación ha llevado a cabo numerosos programas interreligiosos para el empoderamiento de la mujer, el bienestar económico y la alfabetización; beneficiando a mujeres de diferentes religiones y culturas en Indonesia. Fundada en junio de 1924, la Asociación, cuyo propósito es promover el bienestar de las personas y la dignidad humanidad, reúne actualmente a unas 90.000 integrantes. 
(SD) (Agencia Fides 13/11/2018)

FORO SOCIAL MUNDIAL DE MIGRACIONES


Del 2-4 Noviembre del 2018 se llevo a cabo el Foro Social Mundial de Migraciones en la ciudad de México.
Las tematicas a tratar fueron:
1. Derechos humanos, laborales y sindicales, inclusión social, hospitalidad y movilidad.
2. Realidades de las fronteras, muros y otras barreras.
3. Resistencias, actores, movimientos y acciones colectivas.
4. La crisis sistémica del capitalismo y sus consecuencias para la migración.
5. Migración, género y cuerpo.
6. Migración, los derechos de la Madre Naturaleza, el cambio climático y las disputas Norte – Sur.
7. Diásporas, comunidades transnacionales y población migrante activa

Este foro se da en un marco muy especial para Mexico y Centroamerica con la caravana de Migrantes Hondureños de estos últimos meses.
No obstante la gran cantidad de personas que participaron a dicho Forum, se echó de menos la presencia del continente africano.
La familia comboniana estuvieron presentes con hermanos y hermanas venidos de diversas partes del mundo especialmente América Latina.
Ha sido un momento tambien para compartir desde nuestro carisma el reto que supone esta crisis hoy en nuestros dias, y la respuesta que se puede dar como Iglesia y como misioneros.
Deseamos firmemente que los acuerdos tomados logren hacerse realidad.

lunes, 29 de octubre de 2018

CARTA DE LOS PADRES SINODALES A LOS JOVENES DEL MUNDO

En la escucha del “Cristo eternamente joven”, los Padres sinodales escriben a los jóvenes de todo el mundo una carta que fue leída al finalizar la misa de clausura del Sínodo de los Obispos: “Que nuestras debilidades no os desanimen, y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia y el mundo necesitan urgentemente vuestro entusiasmo”.


Ciudad del Vaticano, Vatican News, 28 de octubre de 2018

Antes de finalizar la misa de clausura de la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el cardenal Lorenzo Baldisseri, leyó en nombre de los Padres sinodales, una carta dedicada a los jóvenes de todo el mundo, animándoles a seguir perseverando en el camino de la fe, a pesar de los obstáculos que surjan a lo largo de la vida:

“Que nuestras debilidades no os desanimen, y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia y el mundo necesitan urgentemente vuestro entusiasmo. Sois el presente, sed el futuro más luminoso”, escriben.

A continuación, compartimos la traducción del texto integral en español:

Nos dirigimos a vosotros, jóvenes del mundo, nosotros como padres sinodales, con una palabra de esperanza, de confianza, de consuelo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, “el Cristo eternamente joven” y reconocer en Él vuestras muchas voces, vuestros gritos de alegría, los lamentos, los silencios.

Conocemos vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan. Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguro que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.

Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre, no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con leyómás fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo.

Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se fija en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia.

Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de vosotros y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros.

La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Hacéos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida.

Sois el presente, sed el futuro más luminoso.

Roma, 28 octubre 2018

sábado, 27 de octubre de 2018

MEXICO - MARCHA PACIFICA EN APOYO A LOS MIGRANTES





El día 23 de octubre a partir de las 16h 00, se realizó una marcha
nacional para luchar por los derechos de los migrantes y apoyar la caravana de hondureños en su travesía hacia Estados Unidos; en la que participó la hna. Isabelle que apoya el albergue de migrantes CAFEMIN (Casa de Acogida, Formación y Empoderamiento de Mujeres Migrantes y Refugiadas), que pertenece a la red REDODEM. 

Participaron diferentes organizaciones latinoamericanas presente en la ciudad de México, así como varios albergues que forman redes
sociales de apoyo a los migrantes, entre ellas está la REDODEM (Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes). Esta red está conformada por 23 albergues, casas, estancias, comedores y organizaciones que acompañan de manera directa a personas en contexto de movilidad, en 20 estados de México. La intención de la marcha es hacer visible la realidad migratoria, defender los derechos humanos, y concientizar los gobernadores a cumplir con su responsabilidad y sensibilizar a la sociedad a denunciar la injusticia por un mundo mejor. A saber, que todo ser humano tiene derecho a la vida, a la estabilidad, a la educación, al asilo, a la protección y a la seguridad que muchos migrantes no se benefician.

La marcha empezó de la embajada de los Estados Unidos (USA) hasta la secretaria de Relaciones exteriores. Esta marcha simboliza la solidaridad con nuestros hermanos/as migrantes a nivel mundial, pero espacialmente a la caravana hondureña. Estuvieron presentes estudiantes, niños, jóvenes, bomberos y periodistas de diferentes países: Estados Unidos, Honduras, Nicaragua, Guatemala y México. La marcha se realizó pacíficamente y se terminó a las 19h00.        

lunes, 22 de octubre de 2018

CARAVANA DE MIGRANTES: OBISPOS DE MÉXICO PIDEN "ACOGER Y PROTEGER" A HONDUREÑOS



Redacción ACI Prensa
Los obispos mexicanos hicieron un llamado a “acoger y proteger” a los hondureños que se dirigen desde Honduras hasta Estados Unidos en una nueva edición de la llamada “caravana de migrantes”.

En un comunicado publicado en el sitio web de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), dirigido a las autoridades y a todas las personas de buena voluntad, los obispos pidieron velar porque los migrantes “no caigan en manos de personas que, sin escrúpulos, se aprovechan de ellos de muchas maneras: trata de personas, esclavitud laboral, grandes cuotas para asegurarles llegar a su destino, etc.”.

“Por los hechos ocurridos en otras ocasiones, sabemos que los dirigentes de esta caravana no informan a las Casa de Migrantes ni a otros centros de atención a ellos; a veces llegan a parroquias que no tienen los elementos para atenderlos. Vienen personas, especialmente niños, con enfermedades gastrointestinales, personas con los pies dañados, y otros malestares del camino”, señalaron.

El comunicado está firmado por Mons. Guillermo Ortiz Mondragón, Obispo de Cuautitlán y encargado de la Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la CEM.

Se estima que alrededor de 2.000 personas, entre hombres, mujeres y niños, conforman la caravana de migrantes que partió de San Pedro Sula, en Honduras, el 13 de octubre. El objetivo es llegar a Estados Unidos, para dejar atrás la violencia y pobreza que sufren en su país natal.

El 16 de octubre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró a través de Twitter que su país “ha informado fuertemente al presidente de Honduras que si la gran caravana de personas que se dirigen a Estados Unidos no es detenida y regresada a Honduras, no se dará más dinero o ayuda a Honduras, ¡de efecto inmediato!”.

Para llegar a Estados Unidos, la caravana debe cruzar Guatemala y México.

En un boletín publicado el 15 de octubre, el Instituto Nacional de Migración de México (INM) advirtió a la caravana de migrantes que “de arribar a los puntos de internación de la frontera sur de México, el personal de migración deberá revisar el cumplimiento de los requisitos que marca la ley, y a quienes no los cumplan, no se les permitirá el ingreso”.

“México cuenta con una serie de medidas de facilitación y protección internacional que son empleadas por miles de centroamericanos cada año, sin embargo la ley no prevé ningún permiso para acceder al país sin cumplir con los requisitos y posteriormente dirigirse a un tercer país”, señaló el INM.


El INM aseguró que tiene un “compromiso irrestricto” con el “respeto a los derechos humanos de los migrantes”.

Los obispos mexicanos invitaron a las autoridades “a unirnos, en la conciencia de que reconocen la labor siempre inmediata de la Iglesia a favor de estos hermanos migrantes en tránsito”.

“Que la Sagrada Familia nos ilumine para cuidarlos en la persona de estos hermanos nuestros que buscan un mejor modo de vida, más digna, con oportunidades para su desarrollo integral y su inserción más plena en la sociedad”, concluyeron.